Mi bebé muerde y pega ¿Qué hago?

Ahora ya tiene un año, y la costumbre de morder parece haber disminuido un poco, pero ahora da manotazos, me los da a mí, a su padre pero sobretodo a su hermano.

Esta es una situación frecuente y típica en muchos hogares con niños pequeños. Es normal que algunos bebés muerdan y que empiecen a hacerlo coincidiendo con la salida de los dientes.

Cuando llegan al año, momento en el que exploran y experimentan más activamente el mundo que les rodea, los manotazos y los mordiscos continúan.

Los bebés de un año están inmersos en su proceso de aprendizaje, y prueban con todo, mordiscos y manotazos incluidos. Estas conductas agresivas forman parte de su aprendizaje y desarrollo. Cuando nos muerden o manotean la cara podemos observar cómo nos miran y esperan una respuesta por nuestra parte. Aquí es dónde debemos pensar cómo vamos a reaccionar, porqué de nuestra respuesta depende que estas conductas se instauren o vayan disminuyendo.

A esta edad, de los 12 a los 24 meses, no existe la intención de infligir daño pero eso no significa que no debamos corregir este tipo de comportamiento y establecer límites a su conducta, eso sí, tampoco debemos darle más importancia de la que tiene. Todavía no son conscientes de lo que están haciendo, es decir, de si lo que hacen está bien o no. Tampoco saben dosificar su fuerza, por eso es probable que muerdan o peguen fuerte, tan fuerte como pueden.

¿Qué hacer cuando nuestro hijo pega o muerde? ¿Cómo corregirlo? Recordemos que la capacidad de comprensión de un niño de esta edad es todavía muy limitada y actúan sobretodo por impulsos. Por tanto nuestra forma de reaccionar y actuar debe ser adecuada a su nivel de comprensión.

Es importante reprenderlo con un NO rotundo, firme y decidido.
No reírnos ni alabar este tipo de conductas.
Mostrarnos serios, no es necesario mostrar enfado pero sí nuestra cara debe ser seria. Los bebés saben leer muy bien las caras, cuando reímos ellos ríen cuando ponemos cara de enfadados nos miran extrañados.
Todos los miembros de la familia debemos actuar del mismo modo. No dejemos que algún familiar, por muy gracioso que encuentre al niño cuando le dé un pequeño mordisco, le alabe, sonría o riña riéndose. Esto agrava el problema debido a la confusión que podemos generarle: “mientras unos me riñen otros me alaban el mismo comportamiento”
No llamarle “malo” y menos en público o en presencia de hermanos, ya que los otros niños oyen lo que decimos y fácilmente lo nos imitan y repiten, colgándole de este modo la etiqueta de malo cuando lo ven. No será la primera vez que al ir al parque con nuestros hijos hemos oído algún niño refiriéndose a otro: “No quiero jugar con él porqué es malo, muerde”
No darle golpecitos en la boca. Es posible que a estas edades lo tome a juego o le podamos hacer daño.
No devolverle el mordisco. No morderle para que vea que mordiendo hace daño.
El hábito de morder suele desaparecer con el tiempo, pero sí es cierto que en algunos casos es muy persistente. Puede que dure hasta los 3-4 años. Si es así, y nuestro hijo va a empezar a ir a la escuela infantil, es conveniente que hablemos con su educadora o tutora para que estén al corriente.

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