Patricio García Ramos: "Pensamientos (IV)"

En el Evangelio de S. Mateo 6, 25-29 leemos: "No os inquietéis por vuestra vida, por lo que habéis de comer o de beber, ni por vuestro cuerpo, por lo que habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad como las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni en cierran en graneros, y vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?...... Y del vestido, ¿por qué preocuparos?. Aprended de los lirios del campo, como crecen; no se fatigan, ni hilan. Pues yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos….. Dios así la viste, ¿no hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?"

Jesús nos habla en parábolas para hacernos comprensivo su mensaje. En la humildad y sencillez de sus palabras se encuentra un modelo de vida para nosotros que ocultamos nuestra ignorancia y deficiencias utilizando un lenguaje “rimbombante” y lleno de peroratas en la comunicación.

Las palabras, de Jesús, pueden resultar “anticuadas” en los momentos que vivimos, Ahora todo es prisa a nuestro alrededor. No tenemos tiempo de pararnos y quizás, en este instante, consideres una pérdida de tiempo el seguir leyendo estas líneas y optas por dejarla pues te urge dedicar el tiempo a otra cosa.

El tiempo nos agobia, nos excita, nos exige hacer y hacer….., se ha adueñado de nuestra vida y aparece en nuestro horizonte como dictador y, realicemos lo que realicemos, al final del día; en nuestros labios surge la frase, con tono de lamento,: “Ha pasado el tiempo y no he hecho nada”.

Me viene a la memoria mis primeros años de maestro en un barrio agrícola de Los Silos: Tierra del Trigo. Barrio al que se llegaba a pie. No había carretera, 300 habitantes, 5 años de felicidad (no exento de preocupaciones y contrariedades). La vida transcurría en un ambiente en la que sus habitantes eran los dueños del tiempo: “Lo que no se puede hacer hoy se hará mañana”…., “Mañana será otro día”….. Siempre había un tiempo para hablar con el vecino y, al caer la tarde, la tienda-bar o la plaza del pueblo eran lugares de encuentro. Los días de lluvia, eran reconfortantes los encuentros alrededor de un brasero mientras resonaban las voces de: ¡envido! de los aficionados a la baraja…….. Tiempo en los que el reloj dejaba de ser rey de nuestra existencia.

“No tengo tiempo para nada”. Es frase que repetimos en nuestra casa al cónyuge e hijos…., en nuestro ambiente: amigos, oficina, despacho, taller, fábrica……. No tenemos tiempo y, por ello, no nos paramos a pensar o interrogar el por qué y sentido de nuestra vida y a donde pretendemos llegar. Nos abandonamos a la vorágine del tiempo y llega el momento en que no lo tenemos para el que está a nuestro lado.

Nuestra vida se ha convertido en ir de prisa, correr, ir y venir, ruido, gritos y…….., encendemos la televisión mientras comemos, en la prensa buscamos las páginas que nos interesan para leer sólo los titulares de forma rápida, apenas hemos comenzado a leer el libro que descansa en la mesa de noche o estantería, nos enfrascamos en el ordenador horas y horas………

La verdad es que hoy día los medios de comunicación se muestran llamativos por el contenido que transmiten: desgracias, odios, violencia, noticias sensacionalistas, cotilleo político-social, derivados de la crisis….., son sus principales referencias. Es lo que se vende al ego social. Noticias positivas que nos sirvan como referencia para analizar valores y virtudes, surgen de cuando en cuando como la de un niño de 5 años que, en un partido de fútbol se interpuso en la discusión entre un árbitro y un entrenador: “Señores, dejen de discutir y vamos a seguir jugando”. La ovación del público, ante esta actitud del niño, es la respuesta exacta de lo que necesita nuestra sociedad actual: Elevemos nuestras manos abiertas para apartar las discusiones y aunemos nuestra colaboración en disfrute del juego de la vida.

Hoy necesitamos un ambiente que recupere la alegría a través de un sentido positivo y esperanzador.

Necesitamos afianzar nuestro espíritu y retornar nuestra Fe en un Dios que, cada día, sale a nuestro encuentro con sus brazos acogedores y corazón misericordioso.

Somos el producto de lo que pensamos y sentimos. Por lo tanto, mucho de lo que nos sucede en nuestra vida cotidiana, está influenciado por nuestra propia fuerza interior.

Te invito a pararte un momento para sentir la cercanía del Espíritu de Jesús, darle gracias por este día, tu familia, tus amigos. Hablarle de tus deseos y ganas de ser mejor persona……. ¡¡Tienes tiempo para ello!!

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